viernes, 30 de mayo de 2014
viernes, 23 de mayo de 2014
Criticas de "Doña Rosita y el Don Juan" - destacando la actuación de Gabriela Villalonga
ESPECTACULOSALAMOD'S BLOG por María Inés Senabre
Rodrigo Cárdenas nos propone volver a encontrar un enfoque a los
personajes, Doña Rosita, de la obra de Federico García Lorca esperando
su primo, que en este caso es Don Juan, según el enfoque de Moliere.
Este encuentro resuelve y enriquece ambas historias y nos deja la
posibilidad de ve hermosas actuaciones. Gabriela Villalonga se luce con
lo mejor de su brillo para la comedia y esa solvencia que le permite mil
matices en cada gesto. Un gran grupo de actores que da gusto ver.
La puesta con música, con un cantaor en vivo, una bailaora, un
guitarrista y algunos coros. Coreografías sencillas pero bien
delineadas, mantiene un ritmo natural que mantiene la curiosidad.
La apertura de la historia en la vuelta final también deja
interesantes cuestiones para pensar y son fruto de la pluma de Rodrigo
Cárdenas.
Muy buena utilización del espacio escénico y una gran puesta para
este reestreno muy recomendable y divertido, que deja nuevas imágenes
de estos dos personajes teatrales.
La sensación es de rescribir historias, sin buscarles un nuevo
sentido si no tal vez una nueva dirección. Las obras clásicas son
visitadas y utilizadas por muchos, pero en “Doña Rosita y el Don Juan”,
realmente es una puesta enriquecedora, que habla de verdad de los
personajes. Una obra que realmente regala un momento placentero.
LUNA TEATRAL
Dos textos paradigmáticos de la
dramaturgia de todos, dos clásicos que al reunirse no sólo cruzan
poéticas sino siglos de teatro, y que abordan, cada uno a su manera, el
tema de la mujer y el amor. Lorca y Molière en una versión libre que los
reúne en una puesta que tiene el drama del primero, y el juego, la
musicalidad que proponía el segundo en sus comedias. Rosita que el
tiempo convierte en Doña, Inés que también portará el mismo título,
ambas dejadas libradas a un destino de soledad porque el centro de su
deseo, el objeto de su vida, la razón y el ‘deber ser’ que se les
impone, está determinado y no debe ser transgredido. Rosita en una
espera inútil, Doña Inés, en un renunciamiento tan estéril como la
espera de la primera, son mujeres que no eligen su destino sino que éste
es el que los demás construyen para ellas, y del que no pueden o no
quieren escapar. Del otro lado, el centro de su pasión, Don Juan, el
eterno enamorado, o el primo que será desde la distancia quien mantendrá
por años la ilusión de un casamiento, finalidad única de la vida de
Rosita. En el espacio del teatro Payró y bajo la dirección de Rodrigo
Cárdenas, la Compañía Teatral Farolito, presenta una versión libre de
las dos piezas y cruza en intenciones y tiempo a dos personajes que a la
vez son también íconos de sus épocas. En un escenario que está
atravesado verticalmente por flores de madera calada, que le dan una
imagen de cielo cálido pero a la vez de estética barroca, los personajes
de Lorca y los de Molière establecen un vínculo de amor y desamparo.
Con música de cajón en escena para recrear el imaginario andaluz, tierra
de cobijo y ahogo para Rosita, se desplazan en coro el resto de las
figuras, los tíos complacientes, la criada, las Manolas, las amigas
solteronas, y el sirviente de Don Juan (Marcelo Frasca), típico
representante de la Comedia del Arte, género que incorporó el dramaturgo
francés en muchas de sus obras. La puesta tiene entonces no la gravedad
y el dramatismo de la pieza lorquiana, sino un ritmo ligero, y
gracioso, que llevan adelante con certeza los personajes de Rosita
(Gabriela Villalonga), el ama (Nelly Queirola), en sus apartes, y en los
interesantes retruécanos que mantiene con el personaje de la tía.
(Antonia de Michelis), las intervenciones del criado, y el resto de los
personajes cuando desde el baile dejan correr la pasión de la música
andaluza en los pies. La mirada final de la pieza, entonces es el guiño
cómplice de una Rosita que nos anuncia una mujer que no se dejará atar
por pesadas convenciones. La figura de Lorca (Ramiro Cárdenas) en el
escenario, como un personaje narrador nos lleva por los caminos de su
biografía literaria, y nos recrea con una mirada fantasmal un imaginario
lejano en el tiempo. En el amplio espacio escénico, todos los
personajes se desplazan con libertad, entradas y salidas dinámicas que
permiten sostener el ritmo interno de la obra. Otro acierto es el
cantaor en el centro hacia atrás junto al músico, subrayando el discurso
verbal de los numerosos personajes. Aunque, por momentos, se pierden
los movimientos y la gestualidad de la bailaora, quizá sea un efecto
buscado, los pocos elementos crean un clima casi onírico entre Lorca y
Molière. Si bien solo son algunos los altibajos en las actuaciones es
necesario destacar a Gabriela Villalonga, Nelly Queirola y Antonia de
Michelis que con ductilidad y gracias crean a sus personajes. Un relato
barroco, dos centros, dos grandes escritores separados por más de 2
siglos y una puesta en escena que no fusiona a estas dos obras clásicas
del teatro universal sino que construye una historia diferente que se
materializa a partir de la particular mirada de Rodrigo Cárdenas.
jueves, 1 de mayo de 2014
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