viernes, 23 de mayo de 2014

Criticas de "Doña Rosita y el Don Juan" - destacando la actuación de Gabriela Villalonga

ESPECTACULOSALAMOD'S BLOG  por María Inés Senabre

Rodrigo Cárdenas nos propone volver a encontrar un enfoque a los personajes,  Doña Rosita, de la obra de Federico García Lorca esperando su primo, que en este caso es Don Juan, según el enfoque de Moliere.  Este encuentro resuelve y enriquece ambas historias y nos deja la posibilidad de ve hermosas actuaciones. Gabriela Villalonga se luce con lo mejor de su brillo para la comedia y esa solvencia que le permite mil matices en cada gesto. Un gran grupo de actores que da gusto ver.
La puesta con música, con un cantaor en vivo, una bailaora, un guitarrista y algunos coros. Coreografías sencillas pero bien delineadas, mantiene un ritmo natural que mantiene la curiosidad.
La apertura de la historia en la vuelta final también deja interesantes cuestiones para pensar y son fruto de la pluma de Rodrigo Cárdenas.
Muy buena utilización del espacio escénico y una gran puesta para este reestreno muy recomendable y  divertido, que deja nuevas imágenes de estos dos personajes teatrales.
La sensación es de rescribir historias, sin buscarles un nuevo sentido si no tal vez una nueva dirección. Las obras clásicas son visitadas y utilizadas por muchos, pero en “Doña Rosita y el Don Juan”, realmente es una puesta enriquecedora, que habla de verdad de los personajes. Una obra que realmente regala un momento placentero.


LUNA TEATRAL


 Doña Rosita y El Don Juan  Versión libre de  Rodrigo Cárdenas por Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz

Dos textos paradigmáticos de la dramaturgia de todos, dos clásicos que al reunirse no sólo cruzan poéticas sino siglos de teatro, y que abordan, cada uno a su manera, el tema de la mujer y el amor. Lorca y Molière en una versión libre que los reúne en una puesta que tiene el drama del primero, y el juego, la musicalidad que proponía el segundo en sus comedias. Rosita que el tiempo convierte en Doña, Inés que también portará el mismo título, ambas dejadas libradas a un destino de soledad porque el centro de su deseo, el objeto de su vida, la razón y el ‘deber ser’ que se les impone, está determinado y no debe ser transgredido. Rosita en una espera inútil, Doña Inés, en un renunciamiento tan estéril como la espera de la primera, son mujeres que no eligen su destino sino que éste es el que los demás construyen para ellas, y del que no pueden o no quieren escapar. Del otro lado, el centro de su pasión, Don Juan, el eterno enamorado, o el primo que será desde la distancia quien mantendrá por años la ilusión de un casamiento, finalidad única de la vida de Rosita. En el espacio del teatro Payró y bajo la dirección de Rodrigo Cárdenas, la Compañía Teatral Farolito, presenta una versión libre de las dos piezas y cruza en intenciones y tiempo a dos personajes que a la vez son también íconos de sus épocas. En un escenario que está atravesado verticalmente por flores de madera calada, que le dan una imagen de cielo cálido pero a la vez de estética barroca, los personajes de Lorca y los de Molière establecen un vínculo de amor y desamparo. Con música de cajón en escena para recrear el imaginario andaluz, tierra de cobijo y ahogo para Rosita, se desplazan en coro el resto de las figuras, los tíos complacientes, la criada, las Manolas, las amigas solteronas, y el sirviente de Don Juan (Marcelo Frasca), típico representante de la Comedia del Arte, género que incorporó el dramaturgo francés en muchas de sus obras. La puesta tiene entonces no la gravedad y el dramatismo de la pieza lorquiana, sino un ritmo ligero, y gracioso, que llevan adelante con certeza los personajes de Rosita (Gabriela Villalonga), el ama (Nelly Queirola), en sus apartes, y en los interesantes retruécanos que mantiene con el personaje de la tía. (Antonia de Michelis), las intervenciones del criado, y el resto de los personajes cuando desde el baile dejan correr la pasión de la música andaluza en los pies. La mirada final de la pieza, entonces es el guiño cómplice de una Rosita que nos anuncia una mujer que no se dejará atar por pesadas convenciones. La figura de Lorca (Ramiro Cárdenas) en el escenario, como un personaje narrador nos lleva por los caminos de su biografía literaria, y nos recrea con una mirada fantasmal un imaginario lejano en el tiempo. En el amplio espacio escénico, todos los personajes se desplazan con libertad, entradas y salidas dinámicas que permiten sostener el ritmo interno de la obra. Otro acierto es el cantaor en el centro hacia atrás junto al músico, subrayando el discurso verbal de los numerosos personajes. Aunque, por momentos, se pierden los movimientos y la gestualidad de la bailaora, quizá sea un efecto buscado, los pocos elementos crean un clima casi onírico entre Lorca y Molière. Si bien solo son algunos los altibajos en las actuaciones es necesario destacar a Gabriela Villalonga, Nelly Queirola y Antonia de Michelis que con ductilidad y gracias crean a sus personajes. Un relato barroco, dos centros, dos grandes escritores separados por más de 2 siglos y una puesta en escena que no fusiona a estas dos obras clásicas del teatro universal sino que construye una historia diferente que se materializa a partir de la particular mirada de Rodrigo Cárdenas.